viernes, 1 de octubre de 2010

El fútbol y sus payasadas

El fútbol, como la historia, es cíclico; un eterno retorno. Por eso, para evitar que se convierta en una rutina, todos los medios son válidos para transformar el deporte rey en disciplinas un tanto alocadas.

Si bien el fútbol playa y el fútbol sala ya hace tiempo que adquirieron sus cartas de nobleza, hasta el punto de organizarse Copas Mundiales de la FIFA sobre la arena y sobre el parqué de los pabellones cubiertos, a otras superficies les costará mucho más ser homologadas. Los habitantes de Bourton-on-the-Water, seguramente, seguirán siendo los únicos en asistir a un partido en el río; en este caso el Windrush, que pasa por ese pueblo de Inglaterra. Desde hace más de cien años, a finales del mes de agosto, los jugadores del Bourton Rovers Football Club se dividen en dos equipos de seis para disputar un partido de 30 minutos, convertido en un acontecimiento ineludible que atrae a miles de espectadores cada año. Como es lógico, difícilmente se les podrá reprochar a los jugadores que no mojen la camiseta.

En Holanda, las expresiones de “juego en profundidad” o “piscinazo en el área” adoptaron un sentido literal cuando los miembros de un club de submarinismo decidieron ponerse sus botellas de oxígeno, sus máscaras y sus tubos; no para irse a bucear con los tiburones y los delfines, ¡sino para pegarle patadas a un balón en el fondo de una piscina! Los inventores del fútbol submarino, sin embargo, no respetaron al completo su uniforme habitual, y no llevaron la dificultad al extremo de jugar con aletas.

Los reyes del barro
La disciplina, en cualquier caso, creó escuela, puesto que en 2008, antes de darse el saque inicial a la Eurocopa, Viena organizó un partido entre Alemania y Austria en una gran piscina de la ciudad. El combinado local, liderado por el cuádruple plusmarquista mundial de apnea Christian Redl, se impuso por 10-5 bajo el agua. Unas semanas más tarde, sin embargo, sus homólogos sobre el césped se hundieron como consecuencia de un formidable lanzamiento de falta de Michael Ballack.
Igual de líquido, pero bastante más sucio, es el "swamp soccer" ('fútbol de los pantanos') o "mud soccer" ('fútbol en el barro').
Se trata de una disciplina muy popular en Escandinavia, que vio la luz en Finlandia gracias a Jyrki Vaananen, conocido por los aficionados como el “Barón del pantano”. Aunque el primer torneo oficial tuvo lugar en 1997 con sólo 13 equipos, actualmente hay registrados más de 200 que, cada año, se disputan el título de reyes del barro en Suecia, Islandia o el Reino Unido. En cada edición, el espectáculo está asegurado tanto en el lodo como en los nombres de los equipos. Así, como "mud" significa 'barro' en inglés, ¡podemos tener un derbi entre Real Mudrid y Atlético de Mudrid, o un choque entre Hurt of Mudlothian y Mudchesthair United! Una pequeña precisión que te ofrece la página Web oficial de la modalidad, en caso de que quieras practicarla: “No te olvides de hacerte un seguro".

Pero no necesariamente hace falta cambiar la superficie de juego para que el fútbol raye en la locura. ¡Basta con cambiar los protagonistas! O al menos, con darles otros medios distintos a las botas de tacos para impulsar el esférico al fondo de las mallas. Así, los argentinos habían inventado el "pato", un deporte ecuestre, mezcla de polo y baloncesto; y los estadounidenses se inspiraron en él para crear el “horse soccer”. Básicamente, devolvieron el balón al suelo, al tiempo que el jinete pasaba a encargarse solamente de dirigir el caballo.

Un partido paquidérmico
La variante de la disciplina en Tailandia se ha adaptado a la fauna local. Es decir, no se juega al fútbol a lomos de un caballo, sino… ¡de un elefante! Y lo menos que puede decirse es que los paquidermos son bastante hábiles. En 2004, una prisión de Ayutthaya, la antigua capital tailandesa, llegó a organizar un encuentro entre un equipo de elefantes y otro de prisioneros, con un marcador final de 5-5. Tal vez a los futbolistas humanos les costase imponerse en el juego aéreo, o a la hora de entrar al cruce con sus rivales… “Entrenamos a los elefantes todos los días para pegarle al balón y para evitar que pasen por encima de las demás personas”, explicaba Pattarapon Meepan, uno de los adiestradores. En todo caso, no está muy claro que con eso baste para tranquilizar a los adversarios.

Sin embargo, esa variante futbolística tal vez no sea la más peligrosa. No en vano, hay gente que ha experimentado modalidades tan variopintas como el "fireball football", que, como su propio nombre indica, se practica con un balón en llamas; o incluso el fútbol taurino. ¿Que en qué consiste? En intentar jugar un partido de fútbol con un toro en lugar del árbitro.

Afortunadamente, no todas las invenciones derivadas del fútbol están reservadas a deportistas valientes, inconscientes, ¡o ambas cosas! Así, en los años 20, Harold Searles Thornton, aficionado del Tottenham, tuvo la idea menos arriesgada de patentar el fútbol de mesa, para poder reproducir en casa lo que veía desde las gradas del estadio. Fue uno de los orígenes que se atribuyen al futbolín.

Como ya hemos dicho, el fútbol es como la historia: un eterno retorno. Por eso, para evitar que el futbolín se convirtiese en una rutina, algunos han inventado su versión humana. ¡Qué buena idea! Y cambiando un poco las reglas; por ejemplo, jugando once contra once en un terreno de juego de 68 metros de ancho por 105 de largo, saldría una disciplina que podría alcanzar un éxito mundial… Ah, bueno, ¿que eso existe ya?

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